Cuando me desperté esta mañana las cosas no iban como de
costumbre.
Era
temprano, muy temprano, digamos que el sol no ascendía completamente aún. Sólo unos frágiles rayos de luz iluminaban la
parte oeste del mundo, para colarse por mi ventana y permitirme ver lo que vi
esta mañana.
Jamás hubiera
imaginado que algo similar me pasaría.
Así
pues, desperté, me desperecé. Habrán pasado como tres minutos hasta que mis
ojos se abrieron por completo y vi lo que sucedía a mi alrededor.
Una
leve ventisca o un soplido muy fuerte, como prefieras llamarle, se filtraba por
la ventana que yo anoche había dejado cerrada[1],
y que ahora estaba abierta (Jamás dejo la ventana obstruida, sin embargo
aquella vez mí querida, escéptica e ingenua progenitora con el propósito de que no pasara frío,
interceptó la entrada entre su mundo, el mundo, y mi mundo.)
Alrededor
de la cama se alzaban cientos de hojas doradas. El piso, era un colchón de
hojas danzantes. Iban de aquí para allá, como si se hallaran en el salón de la
Duquesa de alba, en medio de un vals sinfónico. Parecían disfrutar de una
música inexistente. Algunas se elevaban hasta la altura de mi cabeza. Era como
si la gravedad se hubiera invertido.
Mis
pelos se levantaban, las manga de mi remera de dormir parecían tironeadas por
alguien hacia arriba. De pronto, mis piernas se volvieron muy livianas, mi
trasero ya no pesaba lo mismo, de hecho, mi cuerpo era tan liviano como una
pluma. Traté de levantarme, fue entonces cuando me di cuenta de que levitaba. Me
iba hacia arriba y no podía controlarlo.
Acto
siguiente cerré los ojos y disfruté. Luego de unos pocos segundos podía tocar el
techo. Estiré los brazos y planeé. ¡Estaba volando! Era increíble. Aquellos
minutos mejoraron la semana de mierda que había tenido.
Luego,
se me ocurrió una brillante idea. Salir por la ventana. Si podía volar dentro
de mi habitación, ¿por qué no fuera de ella? Fue entonces cuando alguien golpeó
mi puerta.
En menos
de un segundo estaba en la cama de nuevo, como si nada hubiera pasado. Las
hojas reposaban en el piso, aburridas, como cualquier hoja de la calle. Mi mamá
irrumpió en la habitación sin esperar a que yo le diera el pase.
-
¿Ya te levantaste?- “Y… qué te parece…” -¿! Y
estas hojas?!
-
Eee.. se metieron anoche por la ventana.-
-
Eee… la abrí en la madrugada. No podía
respirar.-
-
¡¿Viste lo que pasa cuando dejas la ventana
abierta?! Vos lo vas a limpiar.-
-
Ok.-
-
¿Cuándo vas a desayunar?-
-
En un ratito-
Y cerró la puerta. Las hojas
siguieron reposando en el piso, para mi desilusión. No me quedaba de otra que
limpiar.
Me pregunto, si aquel extraño
suceso habrá sido producto de mi imaginación o si era parte de un sueño
confuso, y sino (considerando que todo es posible) por qué las hojas decidieron
bailar a mí alrededor. No estaba con ellas Merlín[2].
Es más, por qué las hojas bailaron. La intriga me carcomía, deseaba tener las
respuestas a mis preguntas ¿tienen vida, en realidad, aquellas cosas que creemos que no la tienen?
Este es un error muy común en nosotros
los humanos. Creer que todo lo sabemos. O que debemos saberlo. Todo lo que
respira tiene vida, todo lo que cumple el ciclo vital tiene vida y por tanto
respira. La gravedad es factible acá en la tierra como allá en Júpiter. El tiempo
se mida en segundos, minutos y horas, en todo lugar.
Mitos. Mitos que los seres
humanos, como estúpidos nos creemos. Condiconamos nuestra vida en base a ellos.
Ahora bien, ¿y si el tiempo no existiera? ¿Si solo existiera el ahora y nada
mas? ¿Y si pudiéramos vencer la gravedad? ¿O tal vez fuera un fuerte abrazo que
nos da el planeta tierra? ¿Qué pasaría si las hojas, las piedras, o la tierra,
que no respiran, también tuvieran vida? ¿Y si hubiera elementos que corren
contra las funciones vitales y las leyes estudiadas hasta ahora? ¿Qué tiene vida y qué no?
Qué error el de nosotros creer
que conocemos la vida, algo tan "mágico" como eso. Algo tan alejado de
nosotros, los humanos.
En fin, estas y muchas preguntas sin
respuestas más se amontonan en mi mente, a cada rato. Sin embargo, hay algo de lo que estoy segura y es que prefiero
vivir con etas dudas a enterarme de la verdad y desilusionarme. Prefiero vivir en la
ignorancia, a vivir en una cruda verdad artificial y remota.
1 Una
lección: Nunca dejes la ventana de tu habitación atascada. Dejarla cerrada es
obstruir el paso a la magia nocturna. Es algo así como una ofensa a las hadas,
duendes, estrellas o a la mirada protectora de la luna. (La luna suele
protegernos todas las noches si se lo pides.)
[2]
Merlín es, bueno, el mago Merlín. Un
amigo (el mejor de los amigos) del que más tarde te voy a contar.